jueves, 1 de noviembre de 2007

Ideas religiosas y crisis políticas en el Antiguo Egipto

En tanto Mesopotamia es una región vulnerable a las invasiones desde cualquier dirección, Egipto y, más precisamente, el valle del Nilo, está aislado e incluso defendido por el desierto, el Mar Rojo y el Mediterráneo. Esta protección permitió a la civilización egipcia desarrollarse sin problemas hasta la invasión de los Hicsos (ca. 1674 A.C.). La navegabilidad del Nilo permitió, asimismo, el desarrollo de una administración centralizada desde la Primera Dinastía (ca. 3000 A.C.): carente de grandes ciudades se podría decir que el país estaba constituido por una masa rural mandada por encarnaciones de dios: los faraones. Fue la religión y, más específicamente, el dogma de la divinidad del faraón, lo que dieron forma y carácter a la civilización egipcia.

La creación histórica del nuevo estado como resultado de la unificación del norte y el sur fue el equivalente a una cosmogonía: el faraón, dios encarnado, estableció un nuevo mundo, una civilización infinitamente más compleja y superior al sustrato de poblachos Neolíticos. El faraón divino era garante del orden establecido por primera vez. En tanto era inmortal -su muerte no suponía más que su paso al cielo- la continuidad de un dios encarnado a otro estaba asegurada.

Eliade nota que:

[...] the most important sociopolitical and cultural creations took place during the earliest dynasties. It is these creations that established the models for the following fifteen centuries. After the Fifth Dynasty (2500-2300 B.C.) almost nothing of importance was added to the cultural patrimony. This "immobilism", which is caracteristic of Egyptian civilization but which is also found in the myths and nostalgias of other traditional societies, is religios in origin.
El "inmobilismo" es el supremo esfuerzo de toda una cultura por mantener la creación original intacta en tanto que era perfecta desde cualquier punto de vista (cosmológico, religioso, social, ético).
Indeed, the myths refer exclusively to the events that took place in the fabled time of teh beginnings. [...] All existing things, from natural phenomena to religious and cultural realities (plans of temples, the calendar, writing, rituals, royal emblems, etc.), owe their validity and their justification to the fact that they were created during the initial period. Clearly, the First Time constitutes the Golden Age of absolute perfection, [...] Neither death nor disease were known during this marvelous period, called "the time of Re" (or Osiris or Horus). At a certain moment, as a result of the intrusion of evil, disorder appeared, putting an end to the Golden Age. [...] it could be said that the rites, pursuing the defeat of the demonic forces, have as their purpose restoring the initial perfection.
Tratando de las cosmogonías egipcias, al igual que sucede en otras culturas fueron muchas las tradiciones, definiendo el centro y origen del mundo en diferentes ciudades y asociándose con diferentes deidades, lo que obligaría a los teólogos a elaborar atrevidas síntesis que implicaban asociaciones de figuras divinas antagónicas. En cualquier caso, al igual que muchas otras tradiciones, la cosmogonía egipcia comienza con la emergencia de un montículo sobre las aguas primordiales; la aparición del "Primer Lugar" supone la emergencia de la tierra, el inicio de la luz, la vida y la conciencia. Más allá de la pre-eminencia de Heliópolis, cada ciudad, cada santuario, era considerado "centro del mundo", el lugar donde la Creación comenzara.

En las teogonías egipcias las divinidades nacieron de la substancia misma del dios supremo: Cielo y Tierra se unieron en un hieros gamos ininterrumpido hasta que fueron separados por el dios de la atmósfera no sin antes haber engendrado a Osiris e Isis, Seth y Neftis.

En la teología más sistemática (la llevada a cabo durante la Primera Dinastía en Memphis) encontramos con sorpresa que:
[...] the earliest Egyptian cosmogony yet known is also the most philosophical. For Ptah creates by his mind (his "heart") and his word (his "tongue").

[...] the theogony and the cosmogony are effected by the creative power of the thought and word of a single god. [...] it is at the beginning of Egyptian history that we find a doctrine that can be compared with the Christian theology of the Logos.
Los mitos sobre la creación del hombre son mucho más sumarios ("Men, the cattle of God, have been well provided for. He (i.e., the sun god) made the sky and the earth for their benefit. ... He made the air to vivify their nostrils, for they are his images, issued from his flesh. He shines in the sky, he makes plants and animals for them, birds and fish to feed them.), relatando de modo mítico lo que posiblemente fue la supremacía de la cultura egipcia sobre el sustrato neolítico. En cualquier caso, la historia mítica del primer hombre no juega un papel importante en tanto que durante el tiempo prodigioso que fue el Primer Tiempo, los dos únicos momentos decisivos fueron la cosmogonía y el advenimiento del faraón.

La cosmogonía es el acontecimiento más importante (H. Frankfort) en tanto representa el único cambio real: la emergencia del mundo. Los ciclos cósmicos (movimientos planetarios, fases de la luna, la sucesión cíclica de las estaciones, el ritmo de la vegetación, las mareas del Nilo, etc.) demuestran, en su periodicidad perfecta, la perfección establecida en el "Primer Tiempo". El desorden implica un cambio inútil y dañino en el ciclo paradigmático de los cambios perfectamente ordenados.

En este sentido la realeza existe desde el inicio de los tiempos: el Creador fue el primer rey, y transmite su función a su hijo y sucesor, el primer faraón. Esta "delegación" consagra a la realeza como una institución divina. De hecho, el faraón es la encarnación de ma'at: "buen orden", "derecho", "justicia", que pertenece a la creación original y, por tanto, refleja la perfección de la Edad Dorada. En la medida en que ma'at constituye la base misma de cosmos y vida puede ser conocida por cualquier individuo de modo separado. En tanto que el faraón encarna ma'at constituye el paradigma para todos los individuos; el trabajo del faraón asegura la estabilidad del cosmos y la continuidad de la vida...
And indeed the cosmogony is repeated every morning, when the solar god "repels" the serpent Apophis, though without being able to destroy him; for chaos (= the original darkness) represents virtuality; hence is indestructible.
El culto debía ser realizado en principio por el faraón pero delegó sus funciones en los sacerdotes de los distintos templos. Directa o indirectamente, el propósito de los rituales era la defensa, por tanto la estabilidad, de la "creación original". Cada Año Nuevo se reiteraba la cosmogonía: el entronamiento del faraón reproducía los episodios de la gesta de Menes (la unificación de las dos tierras, la fundación del estado era ritualmente recreado).

Las creencias más antiguas acerca de la existencia tras la muerte son en Egipto comunes al resto de las culturas conocidas: o bien el lugar de reposo de los muertos era bajo tierra (la localización subterránea del "otro" mundo era una creencia predominante en las culturas Neolíticas) o el cielo -más exactamente entre las estrellas. El cielo era imaginado como una Diosa Madre y la muerte equivalía a un nuevo nacimiento en el mundo sideral.

Así -aun cuando existen diferentes creencias religiosas y no hay unidad en los textos- el faraón vuela en forma de halcón, garza o ganso salvaje, escarabajo o saltamontes, ayudado por los vientos, nubes y dioses. Durante su ascensión, el rey ya es un dios, totalmente diferente en esencia de la raza humana. No obstante, ha de superar una serie de pruebas, respondiendo a preguntas mediante fórmulas preescritas a modo de palabras de paso así como purificarse antes de entrar en el cielo. En el cielo continuará su existencia terrena rodeado de súbditos y miembros de familias nobles que también han sido "glorificados" (identificados con las estrellas), aun cuando el único que ha ganado la inmortalidad es el rey.

El faraón es, en ocasiones, identificado con Osiris, el único dios muerto asesinado y arrojado a las aguas. En el drama osiriano (Osiris, rey legendario, es asesinado por su hermano Seth, quien lo arroja al delta; su mujer, la maga Isis, recupera el cuerpo y consigue quedar embarazada de Horus, quien ya adulto se enfrenta a Seth; en tanto que Seth encarna una fuerza irreductible, no puede morir pero sí es vencido, permitiendo a Horus establecer el reino como sucesor legítimo de su padre) encontramos un paralelismo entre Re y el faraón. El sol y las tumbas reales constituían la única fuente de sacralidad. Según la teología solar el faraón era el hijo de Re; en tanto que el faraón sucede al soberano muerto (= Osiris), el faraón es también Horus. La tensión entre las orientaciones del pensamiento egipcio, la "solarización" y la "osirización", se manifiesta en la función de la realeza. La solución se encuentra en la teología elaborada durante el Reino Medio (ca. 2040-1730 A.C.): Re dejará de ser el soberano de la Edad Dorada y pasará a serlo Osiris. La filiación Osiris-Horus garantizaba la continuidad de la dinastía y, por tanto, la prosperidad del país.

La muerte es, entonces, exaltada como transmutación de la existencia carnal:
Death accomplishes passage from the sphere of the meaningless to the sphere of the meaningful. The tomb is the place where man's transfiguration (sakh) is accomplished, for the dead person becomes an Akh, a "transfigured spirit".
Lo que destaca Eliade es que:
Osiris increasingly becomes the paradigmatic model, not only for the sovereigns but for every individual.
La "democratización" de Osiris que se llevará a cabo durante el Reino Medio hizo del dios el modelo para todo aquél que soñase con conquistar a la muerte:
Murdered and dismembered, Osiris was "reconstituted" by Isis and reanimated by Hours. In this way he inaugurated a new mode of existence: from a powerless shade, he became a "person" who "knows", a duly initiated spiritual being.
Desde la muerte de Pepi II (ca. 2200 A.C.), último faraón de la Sexta Dinastía, Egipto sufrió un periodo de turbulencias y guerra civil que supuso la escisión del reino del Norte con capital en Heracleopolis del reino del Sur, con capital en Tebas y, finalmente, victorioso. Este periodo de anarquía, conocido como Primer Periodo Intermedio terminaría hacia 2050 A.C. con la ascensión de la Duodécima Dinastía, será cuando se desarrolle más la "democratización" de la vida tras la muerte: lo que antes era exclusivo de los faraones -por primera vez acusados de debilidad- ahora se reproducía para los nobles y, por extensión, al resto del cuerpo social egipcio.

La debilidad de la monarquía, sin embargo, era resultado de un decaimiento generalizado de las instituciones tradicionales, lo que condujo al agnosticismo y al pesimismo en lo que Eliade denomina el "síncope" de la realeza divina cuyo resultado inmediato fue la desvalorización de la muerte. Si el faraón no actúa como un dios encarnado todo resulta entonces incierto, y antes que nada el sentido de la vida y la realidad de una post-existencicia más allá de la tumba.

El Reino Medio se caracteriza por el reinado de soberanos excelentes todos pertenecientes a la Duodécima Dinastía: período de expansión económica y desarrollo exterior. Es el momento histórico en que uno de los ocho dioses adorados en Hermópolis ascendió al rango supremo como Amon-Ra: identificado con el sol se convirtió en el dios universal del Imperio.

La siguiente fase tras la extinción de la Duodécima Dinastía fue nuevamente de crisis, con una rápida sucesión de soberanos hasta la invasión de los Hicsos (1674 A.C.), quienes se asentaron en el Delta y gobernaron, ajenos en buena medida a la cultura egipcia, el Bajo Nilo. La continuidad de las estructuras egipcias en el Alto Nilo (Tebas) permitió la restauración del Imperio durante las Dinastías Decimoséptima y Décimo-octava (1562-1308 A.C.). Es el periodo del Imperio en el que Tutmoses III y su suegra Hatshepsut expanden el Imperio y abren las puertas a las influencias exteriores, sobre todo asiáticas. La presencia de asiáticos en la administración habla de un tiempo en el que se empiezan a adorar a dioses exteriores, conformándose un panteón en el que la solarización de Amon-Ra ayudó a su preeminencia en tanto que el dios solar era el único dios universalmente accesible.

Es un periodo en el que Egipto tiende a la teocracia: los dioses gestionan los asuntos de gobierno directamente comunicando su consejo a través de los sacerdotes, sobre todos ellos el supremo sacerdote de Amon-Ra.

En ese clima de tensión entre una clase sacerdotal altamente politizada y la realeza se produce la "revolución de Amarna" (1375-1350 A.C.): el avance de Aton, el disco solar, al rol de divinidad suprema por la voluntad del faraón Amen-hotep IV -quien cambiara su nombre por Akh-en-aton, "el que sirve a Aton", abandonando Tebas y fundando una nueva capital del Imperio en lo que hoy es Tell el-Amarna, lejos de la teocracia tebana de Amon-Ra.

Entre los cambios que trajo la "revolución de Amarna" se encuentran la adoración de Aton, el disco solar, fuente de toda vida, el "naturalismo" en la expresión artística, el uso de lenguaje popular en las inscripciones o el establecimiento de unas relaciones más relajadas en las relaciones del faraón con sus allegados y corte.

El sucesor de Akh-en-aton, Tut-ankh-Amon (1357-1349 A.C.), reestableció el orden tebano. Con él terminó la Décimo-octava Dinastía, momento en que parece terminar el genio egipcio. No obstante, Eliade encuentra en el Nuevo Imperio la síntesis final del pensamiento religioso egipcio: la asociación Re-Osiris.

Los teólogos del Nuevo Imperio hicieron hincapié en la complementareidad de dioses opuestos, incluso antagónicos. Así, Osiris es imbuído del espíritu de Re; la identificación de los dos dioses se produce en la persona del faraón: tras el proceso de Osirización el rey revive como el jóven Re (el curso solar representa el paradigma del destino humano: paso de un modo de ser a otro, de la vida a la muerte y, tras ello, a un renacer). Lo original de esta síntesis es, según Eliade, por un lado el postulado del doble proceso de Osirización de Re y solarización de Osiris, y por otro la convicción de que esta duplicidad revela el significado secreto de la existencia humana: la complementareidad entre vida y muerte. En El Libro de los Muertos se encuentran todas las fórmulas mágicas que permiten al alma superar con éxito su travesía, "juicio" y "sopesado del corazón" tras la muerte. El viaje nocturno de Re a través del mundo subterráneo constituye el paradigma del viaje azaroso y lleno de obstáculos de cualquier individuo hasta el "juicio" final.
By developing the old conception of death as spiritual transmutation, the theologians of the Empire identified the models of this "mystery" at once in Re's daily exploits and in the primordial drama of Osiris. In this way they articulated in a single system what seemed the supreme example of the eternal and invulnerable (the course of the sun), what was only a tragic episode but, in the last analysis, a fortuitous one (the murder of Osiris), and what would seem by definition to be ephemeral and maningless (human existence). [...] the role of Osiris was essential. By virtue of him, every mortal could henceforth hope for a "royal destiny" in the other world. In the last analysis, the pharaoh constituted the universal model.